Imagínate una casa donde no tendrás que limpiar, ni pensar que determinadas habitaciones son más frías o más calurosas, donde no tuvieses que preocuparte por el aprovechamiento de los espacios, donde todo esté diseñado a la perfección y a la medida adecuada. Esas serán las casas del futuro.
Las construcciones cargan con referencias a las obras y saberes que las preceden, pero al mismo tiempo, deben ir un paso adelante a su época para garantizar su perdurabilidad. Se podría pensar que los arquitectos se convierten en algo así como los primeros viajeros en el tiempo
Alrededor de 7.200 millones de personas, el 80% de la población mundial, vivirán en ciudades en 2050. Una sobrepoblación que convertirá el espacio urbano en un bien escaso, lo que obliga a repensar un nuevo modelo de ciudad y de vivienda.
Este fenómeno de la sobrepoblación constituye la causa fundamental de la puesta en marcha de disímiles proyectos arquitectónicos futuristas, donde destaca el del español Luis Vidal, quien está trabajando ya en un prototipo de esa casa del futuro, que se construirá a las afueras de Tokio.
Vidal propone un espacio en el que, gracias a un sistema de paredes y suelos móviles, las estancias se podrán plegar cuando no se usen para dar más amplitud a la zona del hogar que se necesite utilizar en ese momento. Si cuando dormimos no utilizamos el salón, ¿por qué no podemos emplear ese volumen para hacer más grande el dormitorio?
La casa en la que viviremos dentro de treinta años será una casa inteligente. Un hogar automatizado en el que habrá decenas de dispositivos interconectados gracias a la capacidad de las máquinas de entenderse entre sí.
Por su parte, arquitectos holandeses también avizoran y se aventuran en nuevas propuestas de hogares futuristas. Una casa «mágica», en la que los ambientes aparecen a medida que el dueño desea usarlos, o una vivienda diseñada sin una sola línea recta, son algunas de las opciones.
El arquitecto Koen Olthuis, director del estudio, cuenta que se trata de una casa flotante de setenta metros cuadrados con paredes de vidrio. Desde el exterior se ve como una caja completamente vacía, pero el «truco» está en su sistema inteligente: a través de una aplicación en un smartphone, la casa va cargando sus funciones con sólo apretar un botón.
La domótica, ahora reservada a unas pocas viviendas, será universal. La iluminación se adaptará automáticamente en función de la luz solar y la presencia de personas; los toldos, persianas y cortinas se abrirán o cerrarán según las condiciones lumínicas, y la temperatura será siempre la idónea, puesto que la calefacción y la climatización se pondrán en marcha en función de la temperatura exterior y de la presencia humana.
Un sensor de humedad activará el riego automático sólo cuando sea necesario; la cafetera se pondrá en marcha en cuanto suene el despertador; la puerta de casa se abrirá sin necesidad de llaves porque se utilizarán sistemas de biometría como el reconocimiento facial, y bastará pulsar un botón para pedir nuestra pizza favorita. Y, lo mismo, tendremos algún droide como asistente personal.
Las casas del futuro estarán cada vez más integradas al entorno y a la luz, y contarán con mucha tecnología y robótica. Además, serán autosustentables en cuanto al aprovechamiento de la energía solar, eólica e hidráulica. Lo más importante, es que todo habitante de la tierra pueda tener su propio hogar donde satisfacer sus sueños.